EL TIEMPO Y EL ESPACIO DESDE LA FISICA CUANTICA Y LA ESPIRITUALIDAD
¿Alguna vez has sentido que el tiempo se detiene, o que un lugar te resulta familiar aunque nunca hayas estado allí?
Estas experiencias, que a menudo descartamos, podrían ser pistas de una realidad mucho más profunda de lo que nuestros sentidos nos dicen.
Hoy vamos a explorar un tema fascinante:
La naturaleza del tiempo y el espacio, vistos desde dos perspectivas que parecen opuestas, pero que sorprendentemente, se encuentran en un punto común: la física cuántica y la espiritualidad.
Cuando desde la espiritualidad se habla de "eliminar el tiempo y el espacio", no se refieren a un truco de magia, sino a alcanzar una percepción de la realidad que va más allá de nuestras limitaciones tridimensionales.
Es ver el mundo no como una línea recta del pasado al futuro, sino como un todo interconectado.
Curiosamente, la física cuántica, en su búsqueda por entender el universo a su nivel más fundamental, también nos dice que el tiempo y el espacio no son tan absolutos como pensábamos.
Son relativos, emergentes, y en ese extraño mundo cuántico, los eventos no siempre siguen una secuencia fija.
Esto sugiere algo radical:
que nuestra experiencia del tiempo, ese fluir constante, podría ser, en esencia, una ilusión creada por nuestra conciencia.
Vamos a sumergirnos primero en la visión espiritual.
Una de las figuras más emblemáticas que habla sobre esto es Saint-Germain, un maestro ascendido en muchas enseñanzas metafísicas.
Según él, el tiempo y el espacio, tal como los percibimos, son construcciones de nuestra mente y nuestros sentidos, no la realidad fundamental.
Imagina que llevas puestas unas gafas que te hacen ver todo separado: ayer, hoy, mañana; aquí, allá, más lejos.
Saint-Germain nos dice que la "eliminación" de la que habla es, en realidad, quitarnos esas gafas.
Es alcanzar un estado de conciencia donde percibimos la unidad de todo lo que existe, sin las barreras artificiales del pasado, presente y futuro, y sin las distancias que nos separan en el espacio.
Este concepto nos lleva a una idea poderosa: el "eterno ahora".
La propuesta es que lo único que realmente existe es este preciso instante, el presente.
El pasado es un recuerdo, una huella en nuestra mente, y el futuro es una proyección, una posibilidad que creamos con nuestros pensamientos.
Vivimos atrapados entre la nostalgia del ayer y la ansiedad por el mañana, perdiéndonos lo único que es real: el ahora.
Liberarse de estas proyecciones mentales es, según estas enseñanzas, experimentar un estado de eternidad, un momento presente que se expande infinitamente.
No es que el tiempo se pare, es que dejamos de medirlo y empezamos a vivirlo en toda su plenitud.
Ahora, cambiemos de lente y miremos a través de la ciencia.
Podrías pensar que la física, con sus ecuaciones y laboratorios, estaría en total desacuerdo.
Pero te sorprenderá.
La física moderna, de hecho, apoya la idea de que nuestra percepción cotidiana del tiempo es, como mínimo, incompleta.
Empecemos con Albert Einstein.
Su teoría de la relatividad ya nos dio un golpe tremendo al unificar el espacio y el tiempo en una sola entidad: el`` espacio-tiempo''.
Ya no son dos cosas separadas, sino un tejido flexible que se curva y se deforma por la presencia de la materia y la energía.
Esto significa que el tiempo no pasa igual para todos; depende de tu velocidad y de la gravedad a tu alrededor.
El tiempo, por tanto, no es un reloj universal y absoluto, sino algo relativo a cada observador.
Pero la física cuántica va todavía más lejos.
Sugiere que el propio "flujo" del tiempo, esa sensación de que avanza imparable del pasado hacia el futuro, podría ser una gran ilusión.
Cuando los físicos observan las leyes fundamentales que gobiernan las partículas más pequeñas del universo, se encuentran con que estas leyes son simétricas en el tiempo.
Funcionan igual de bien hacia adelante que hacia atrás. No hay una "flecha del tiempo" inherente en ellas.
Entonces,
¿de dónde viene nuestra percepción de que el tiempo solo avanza?
Algunos teóricos, como Carlo Rovelli, proponen que el tiempo es una propiedad emergente, algo que aparece en nuestro mundo macroscópico debido a la termodinámica y la entropía, pero que a nivel fundamental, simplemente no existe.
Adentrémonos aún más en el misterio cuántico.
Existe un concepto llamado "naturaleza no local" o "entrelazamiento cuántico". Einstein lo llamó "acción espeluznante a distancia".
Imagina dos partículas que están conectadas de tal forma que lo que le ocurre a una, afecta instantáneamente a la otra, sin importar la distancia que las separe, ya sean centímetros o años luz.
Esta conexión parece violar la idea de que nada puede viajar más rápido que la luz y desafía nuestras nociones de espacio y separación.
En el nivel cuántico, el universo parece estar interconectado de una manera que trasciende el espacio.
Y si el espacio no es una barrera fundamental,
¿qué nos dice eso sobre el tiempo?
Algunas teorías punteras, que intentan unir la cuántica con la relatividad, como la gravedad cuántica de bucles, llegan a una conclusión alucinante:
En la ecuación que describe el universo, la variable "tiempo" desaparece.
No es necesaria.
Esto sugiere que el tiempo no es una propiedad fundamental del universo, sino que emerge de una realidad más profunda y atemporal, donde el pasado, el presente y el futuro coexisten simultáneamente.
Entonces, recapitulemos.
Por un lado, la espiritualidad de Saint-Germain nos dice que el tiempo y el espacio son limitaciones de una conciencia no desarrollada,
y que a través de la evolución espiritual y la conexión con nuestro ser superior —la "Presencia YO SOY'' —, podemos trascender estas barreras.
Habla de alcanzar una maestría que permite la manifestación instantánea y la existencia en otros planos de realidad, como las "ciudades etéricas", donde estas restricciones no aplican.
En esa realidad superior, el ser es omnipresente y omnitemporal: existe en todas partes y en todo momento a la vez.
Es una idea de liberación total de las cadenas de la percepción lineal.
Por otro lado, la física cuántica, aunque no habla de maestría espiritual, nos muestra un universo donde el espacio-tiempo no es absoluto, sino maleable; donde las conexiones pueden ser instantáneas a pesar de la distancia; y donde el tiempo mismo podría no ser un ingrediente fundamental de la realidad, sino una consecuencia de cómo interactúan las cosas a nuestra escala.
La diferencia clave es el método:
La espiritualidad:
Propone el desarrollo interior de la conciencia;
La física:
Busca desentrañar las leyes matemáticas que rigen el cosmos.
Pero, ¿te das cuenta de la increíble similitud en la conclusión?
Ambas perspectivas, partiendo de puntos opuestos, nos invitan a cuestionar la solidez de nuestra realidad cotidiana.
La conexión, por tanto, es profundamente metafórica y, al mismo tiempo, reveladora.
Tanto la espiritualidad de maestros como Saint-Germain o Buda, quien nos decía que "todo lugar es aquí y todo momento es ahora", como las interpretaciones más vanguardistas de la física, desafían nuestra percepción intuitiva del tiempo y el espacio.
Nos dicen que lo que vemos no es todo lo que hay.
- La espiritualidad lo ve como una limitación de la conciencia que puede y debe ser trascendida para alcanzar nuestra verdadera naturaleza divina.
- La física sugiere que nuestra percepción es solo una manifestación superficial de una realidad física subyacente que es mucho más extraña, compleja y maravillosa de lo que jamás imaginamos.
Quizás la verdadera "eliminación del tiempo y el espacio" no sea hacerlos desaparecer, sino comprender su verdadera naturaleza.
- Es dejar de ser prisioneros de un reloj que nosotros mismos hemos puesto en marcha en nuestra mente.
- Es entender que aquí y ahora, en este preciso instante, reside todo el poder del universo, toda la eternidad.
La ciencia nos da el mapa del territorio, pero la espiritualidad nos da las llaves para experimentarlo.
El viaje para comprender esto es quizás el viaje más importante que podemos emprender: el descubrimiento de que somos mucho más que un cuerpo limitado por el tiempo y el espacio; somos conciencia infinita explorándose a sí misma en el eterno ahora.
Gracias por acompañarme en este viaje al corazón de la realidad.
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Nos vemos en el próximo.
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